Literatura sobre adopción, parte 1


Hoy quiero empezar a contaros lo que me han parecido los libros que nos han recomendado leer. 
Estoy aprendiendo muchísimo, pero eso no quiere decir que esté de acuerdo con todo lo que dicen los autores. 
No voy a hacer una reseña de cada libro porque para eso podemos leer la contraportada y las sinopsis de Amazon. Voy a contaros la reflexión que ha desencadenado el libro en general o alguna parte concreta del mismo.
Empezamos por Su hijo adoptado, de Stepaie E. Siegel (1988), en Paidós. La edición que tengo es la de 1992, así que imagino que en algo estaría actualizada. 
Se lee muy fácilmente, tiene letra grande, pocas páginas... a efectos de contenido, se nota mucho que es antiguo. Según el subtítulo, es una "guía educativa para padres", así que contiene un poco de lo que ahora llamamos coaching: ejercicios de reflexión, etc. Pero... a veces me da la impresión de que está pensado para lo lean las madres... por la forma de plantear los roles de familia que se describen en este libro. Además, prácticamente en todo el libro se mantiene la idea de que las madres adoptantes, probablemente estériles, tenemos que superar nuestra infecundidad. Pero se le da tanta importancia a esto y tan poca confianza a las herramientas que podamos tener nosotras para resolver eso, que parece un poco ridículo. Lo plantean como si fuéramos unas pobres desvalidas que lo único que tenemos como meta es ser madres biológicas, y como si no poder serlo fuera la máxima tragedia de nuestra vida.   
Para mí, no poder tener hijos biológicos es tener un proyecto de vida que no se puede llevar a cabo, pero no es sinónimo de fracaso personal, o incapacidad en mi rol de mujer. Superemos eso de que la mujer no es mujer si no tiene un embarazo o no pare un hijo, vamos por favor, que estamos en el siglo XXI y las mujeres tenemos cerebro además de útero.  
Por otro lado, hoy en día las mujeres sabemos que ser madres es una elección, y no por no serlo somos peores personas ni menos mujeres. Tenemos carreras profesionales, amigos, proyectos individuales, sueños...  sí, uno puede ser el de la maternidad, pero no porque sea nuestro deber o lo que se espera de nosotras. Por lo tanto, sí, duele, lo pasas mal cuando el diagnóstico es ya definitivo, pero en mi opinión, es el menor de los males. Porque hay alternativas, más que nada: podemos adoptar (o podemos recurrir a la gestación subrogada con óvulo donado). ¿O es que tenemos que estar excusándonos ante la sociedad a diario por no poder parir hijos? Ese enfoque me resulta anticuado y discriminatorio. O será que no he superado mi infecundidad.
Cada pareja es un mundo y cada familia también. Tal vez mi marido y yo tenemos la suerte de coincidir en considerar que los lazos de sangre no son los únicos lazos que pueden crear familias y vínculos afectivos fuertes. Mi marido considera a sus mejores amigos como hermanos. Mi padrino es el mejor amigo de mi padre; mi madrina es la mejor amiga de mi madre. Los testigos de nuestra boda son amigos. Cuando mi madre falleció, mi padre se retiró de la vida social y las celebraciones típicamente familiares (Nochebuena, etc.) se trasladaron a las casas de estos padrinos y amigos, nuestros parientes adoptivos, para entendernos. 
No sé si sería la intención de mis padres, ojalá pudiera hablarlo con ellos ahora, pero nos inculcaron que puede existir un vínculo familiar sin consanguinidad. Hoy, creo que no necesito que haya relación genética con una persona para compartir, acompañar, educar y ayudar. Y lo mismo sucede a la inversa: la sangre no es motivo, en sí misma, para querer a una persona o sentirnos obligados a integrarla en nuestra vida porque es familia. Espero poder transmitir a mis hijos adoptivos esta idea y que nunca tengan sentimientos autodiscriminatorios por no tener relación genética con nosotros. 

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